sábado, 9 de abril de 2011

¿Nunca hiciste planes perfectos? ¿Nunca te paraste a pensar como podían ser las cosas? ¿Nunca te planteaste que hacer para conseguir lo que querías? ¿Nunca te convenciste de que podías alcanzar tus metas, tus ideales y cualquier cosa que te propusieras? ¿Nunca viste tus sueños a punto de cumplirse? ¿Nunca imaginaste que llegarías a ser tan feliz como quisieras, que eso que tanto deseabas sucedería y que, por un tiempo, te sentirías afortunada, especial?

Pero hay momentos en los que todos esos planes, ilusiones, sueños se rompen, caen y se destrozan. Pasas de tener mariposas en el estómago a que te duelan los ojos de llorar. Pasas de nervios a desesperación. Pasas de pensar lo genial que parecía ser todo a lamentarte de haber hecho planes basándote en nada.
Sientes como la tristeza se acumula en tu cuerpo, la desesperación llena cada parte de tu organismo y los trozos de tus sueños se clavan en ti como cuchillos afilados. Notas como se van consumiendo tus huesos por culpa nostalgia.
Ardes por dentro sin darte cuenta, pero tu piel está fría como el hielo, y tus miradas amenazantes como un asesino esperando a disparar.
Acabas formando una montaña con pequeñas cosas sin importancia por separado, pero que juntas son como una bomba de relojería. Te cierras en banda y no escuchas a nadie, le das vueltas a todo pero sin obtener ninguna solución o resultado. Y esos son los peores momentos, en los que nadie por mucho que lo intente, conseguirá llegar a la verdad.

1 comentario:

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